Así Vivían los Romanos

Asi vivian los romanos  - J Espinos - P Maria - D Sanchez - M Vilar
Presentación
Así vivían los romanos permite al lector, la posibilidad de conocer los aspectos generales de la forma de vivir en la Roma imperial: las costumbres y la mentalidad cotidiana, el entorno, etc. Así, se abordan hechos que no tratan habitualmente los manuales tradicionales de historia (la gastronomía, las termas, la higiene, el peinado, el circo). Los autores del texto, profesores de bachillerato, están vinculados a experiencias de renovación pedagógica, y han publicado diversos trabajos relacionados con la enseñanza de la Historia. En los últimos años han llevado a cabo tareas y experiencias relacionadas con la Reforma de la Enseñanza Media en curso.024.jpg Capítulo 1 
Del nacimiento a la vida adulta
Al nacer, el niño, o la niña, era colocado a los pies del padre. Si éste lo levantaba y lo cogía a sus brazos, manifestaba que lo reconocía como hijo y se comprometía a su crianza y educación. Pero si el padre consideraba que ya tenía demasiados hijos o que carecía de medios para criarlo, era libre de exponerlo.010.jpgComo se ve, la familia romana no se parecía mucho al modelo de familia de nuestro tiempo. En primer lugar, los padres no tenían la obligación, ni moral ni jurídica, de aceptar todos los hijos nacidos del matrimonio. La exposición de los niños recién nacidos, es decir, su abandono público para que fueran adoptados por otras familias, constituía una práctica habitual y legal, tanto en las familias pobres como en las ricas, patricias o plebeyas. El abandono de niños legítimos estaba motivado por la miseria, en el caso de unos, y por la política patrimonial, en el caso de otros; era una manera de evitar la excesiva parcelación de las herencias. 
En Roma, delante del templo de la Pietas, estaba la llamada columna lactaria; a su pie eran depositados los bebés abandonados, que habitualmente eran recogidos (si lo eran) por personas cuyo único fin era explotarlos como esclavos, mendigos o prostitutas si eran niñas. Los niños deformes o inútiles, o los simplemente débiles, eran eliminados. El propio Cicerón, en uno de sus escritos dice: «Sea muerto en seguida el niño deforme, según disponen las XII Tablas.» 
El adoptado tomaba el apellido del nuevo padre. El infanticidio del hijo de una esclava también era admitido como normal y la decisión de aceptarlo o no corresponde al amo de la esclava. 
En Roma un ciudadano no tenía un hijo, literalmente lo cogía, lo levantaba (tollere). El jefe de familia decidía aceptarlo o no. Únicamente, con el transcurrir de los siglos, y gracias a la expansión de la nueva moral estoica, que abriría el paso a la cristiana, esta práctica se convirtió en ilegal, y hasta que eso ocurrió, durante una época, fue objeto de condena o reprobación moral, pero no legal.
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Arriba, un niño aprendiendo a caminar con un taca-taca. En las casas ricas, los niños eran enviados al campo, con su nodriza y el pedagogo, para que se educasen en un ambiente sano. Abajo, niños jugando. Los niños romanos de familias acomodadas disponían de abundantes juguetes, desde muñecas y soldaditos con todas sus armas y armaduras hasta aros, carros, etc.
Los niños expuestos era raro que sobreviviesen, y, a veces, la exposición no era sino un simulacro, para encubrir que la madre lo había confiado ya a unos vecinos, o a algún liberto, para que lo criase y lo educase. La esposa del emperador Vespasiano tuvo este origen. 
Las familias romanas parecen no haber sido muy prolíficas. La ley establecía un privilegio a los nobles que tenían tres hijos, lo cual era sintomático de un número ideal de vástagos. Parece que se practicaba un cierto control de natalidad, sin demasiadas restricciones morales y sin prohibiciones legales. 
La vía para ampliar la familia no era únicamente tener hijos en «justas bodas», según la expresión romana. Había dos maneras de tener hijos: engendrarlos y adoptarlos. La adopción era un método para evitar que una familia careciese de descendencia y también era una manera de adquirir un estatus social. Para ser nombrado gobernador de provincias, por ejemplo, había que ser paterfamilias. El emperador Octavio fue hijo adoptivo y heredero de César. 

La educación y la escuela 
El recién nacido recibía el nombre a partir del día octavo, si era niño, y del noveno, si era niña. Primero tomaba el praenomen (nombre de pila), luego el nomen (el de la familia) y por último el cognomen (el de la gens). Desde el primer día se le ponían amuletos. Los primeros juguetes eran los sonajeros (crepitacula) a los que seguían otros de índole muy variada. La lactancia y los cuidados primeros eran confiados a una nodriza (nodrix), que solía convertirse en su segunda madre. 
Hasta la pubertad, los niños eran confiados a un pedagogo, llamado también nutritortropheus. El niño se dirigía al padre, llamándoledomine, pero se relacionaba más con los domésticos, la nodriza y el pedagogo, que con sus propios padres. La nodriza le enseñaba a hablar (en las familias ricas solía ser griega) y el pedagogo a leer.
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Izquierda, un juego infantil de todos los tiempos: a caballito. Derecha, un médico examina el abdomen hinchado de un niño (bajorrelieve del Museo Británico). Roma heredó la tradición médica de Grecia. Los mejores libros de medicina estaban escritos en griego y los médicos griegos gozaban de una excelente reputación entre los romanos. El número de profesionales de la medicina era elevado; cada región tenía sus médicos, y en las escuelas de gladiadores había uno que curaba las heridas y las enfermedades, marcaba la dieta y regulaba el descanso. Galeno, uno de los médicos más famosos de todos los tiempos, fue médico de gladiadores.
La escuela (schola) era una institución reconocida. El calendario religioso marcaba los días de descanso. Las clases se daban por las mañanas y a ellas acudían niños y niñas; a los doce años, se separaban. Sólo los niños, si eran de familia rica, continuaban estudiando. Un grammaticus les enseñaba los autores clásicos y la mitología; algunas niñas tenían un preceptor que les enseñaba los clásicos. Sin embargo, a los catorce años la niña era considerada ya una adulta (dominakyria). 
Los niños aprendían fundamentalmente retórica. En la parte griega del imperio, la escuela constituía un sector de la vida pública.
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Los útiles de escritura eran muy variados. Usaban el papiro y el pergamino como nosotros el papel, aunque también escribían sobre tabletas enceradas y sobre marfil. Pero estos materiales eran muy caros, pesados y difíciles de manejar. Hoy se consume más papel en un día que pergamino y papiro en varios años en Roma. Al aprendizaje de la escritura sólo tenían acceso unos pocos, los más pudientes. Izquierda, rollos de papiro en un estuche. Derecha, útiles de escritura (punzones y tintero) y un libro hecho a base de tabletas de cera.
Tenía por marco la palaestra o el gymnasium. El currículo estaba compuesto por Lengua Materna (griego), Homero, Retórica, Filosofía, Música y Deporte. Los griegos no aprendían latín, mientras que los romanos de la mitad occidental del Imperio aprendían latín y griego y concedían menor importancia al Deporte y la Música. Sin embargo, y dado que la escuela era una institución sufragada por el dinero de los ciudadanos que enviaban allí a sus hijos, una parte muy numerosa de la población infantil estaba privada de ella. Los textos clásicos ofrecen muchos ejemplos de niños que trabajaban a edades muy tempranas en oficios muy diversos y nada hace suponer que asistieran a la escuela, a partir de los 12 años.
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Izquierda, una joven pompeyana reflexiona ante un libro, dándonos una imagen de la vida de las clases superiores. Abajo. El pedagogo es un educador que acompaña al niño en todo momento; lo recibía de manos de la nodriza a partir de los siete años y no le perdía de vista ni de día ni de noche, vigilándole en los juegos, en las comidas, en el sueño... Completaba la labor del maestro, ayudando al niño en la preparación de sus trabajos escolares. Los pedagogos solían proceder de Grecia. Su función terminaba al tomar el joven la toga viril. Por otra parte, la enseñanza, al menos la primaria, se dirigía tanto a los niños como a las niñas, sin separación (de los siete a los doce años) de sexos.
A los dieciséis o diecisiete años los niños «ricos» abandonaban la escuela y optaban por la carrera pública (cursus honorum) o el ejército.
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No había mayoría de edad legal, y dejaban de ser impúberes cuando el padre o tutor les vestía con la toga virilis, es decir, con vestidos de hombre. Era frecuente que hasta el matrimonio, los jóvenes gozasen de una cierta indulgencia paterna, se asociasen en los collegia juvenum, y practicasen deportes, esgrima, caza y otras actividades grupales. Para los jóvenes romanos, pubertad e iniciación sexual eran prácticamente sinónimas, mientras que para las jóvenes, su virginidad tenía un carácter casi sagrado. 
Hasta que el padre no moría, el hijo no podía convertirse en paterfamilias ni tener un patrimonio propio. Hasta ese momento, el padre le asignaba unpeculium y el hijo —o la hija si no estaba casada o divorciada— continuaba bajo su autoridad (la famosapatria potestas). El padre podía incluso condenarlos a muerte en sentencia privada. Los únicos romanos plenamente libres eran aquellos varones que, huérfanos de padre, podían constituirse en paterfamilias y tener un patrimonio propio. Las mujeres eran eternas menores, siempre bajo la tutela de algún varón.
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Para la moral social romana el matrimonio tenía como fin perpetuar la familia mediante la procreación de nuevos hijos. El paterfamilias tomaba una mujer para tener hijos, pero no estaba obligado a aceptar a todos los que le viniesen. El padre podía incluso impedir la concepción y ordenar el aborto, que sólo era castigado si se practicaba a sus espaldas. Si el niño nacía aún había de pasar por otro trámite: ser recibido como hijo y no abandonado. Los solteros, por otra parte, eran mal vistos en Roma; se les consideraba personas egoístas que no deseaban colaborar en el bien común, y se les aplicaban fuertes impuestos.
El matrimonio 
El matrimonio en Roma era un acto privado que ningún poder público sancionaba. No se precisaba intervención de ninguna autoridad civil o religiosa. En caso de litigio por una herencia, el juez decidía, por indicios, si un hombre y una mujer estaban casados en «justas bodas».
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Los romanos tenían por costumbre dar marido a las hijas cuando estas eran aún muy jóvenes, lo que imponía a las muchachas una vida retirada cuando llegaban a la edad adulta; entonces esperaban a que el padre les buscase un novio. La unión de los jóvenes dependía casi exclusivamente de los padres. Aquí la diosa Venus ejerciendo funciones de prónuba. Izquierda, medalla de Venus.
La ceremonia no dejaba, necesariamente, documento escrito. Sin embargo las llamadas «justas bodas» tenían indudables efectos jurídicos: los hijos engendrados eran legítimos, tomaban el nombre del padre, continuaban la línea de descendencia y eran los herederos del patrimonio. 
Sin embargo, aunque la ceremonia no era necesaria para la constitución del vínculo jurídico entre los esposos, la tradición y el carácter sagrado que conllevaba, la convertían en un acontecimiento importante.
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