Invierno 2009

INVIERNO 2009
- (Por Delia Coronel)
Está tan triste la ciudad, que se me dió por verla de esta manera. Las personas no caminan, tropiezan con su soledad y su miedo.

Mi ciudad se ha transformado en una ronda callada de personas que caminan con miedo. Las plazas se ven vacías de niños. Estas son surcadas con pasos rápidos, mirando hacia los lados con desconfianza. Parecemos perseguidos por fantasmas corporizados. No se trata de un sueño. Es la triste realidad del invierno en Tucumán. Necesitamos el calor de nuestro verano asfixiante, para dar calor al cuerpo nuestro, temeroso del virus de influenza h1, n1 o como quiera llamarse. No respeta estratos sociales. Hicimos frente a muchas cosas. Hoy no estamos preparados para los fantasmas que se cuelan por nuestras puertas y ventanas. Esos que galopan en nuestras pobres personas. Algunos nos preguntamos si detrás está un mal actor, revolviendo esos títeres grises, para que como críos temertosos, nos escondamos y vivamos en silencio. Eso también, se hizo silencio en Tucumán. Teatros, escuelas, espectáculos y hasta la pasada independencia se la hizo a callar. Unos y otros sacuden sus miedos y nadie habla. Si, alguien lo hace. Es el actor que dicta las cifras de enfermos y muertos como si contaran los pocos adoquines que quedan de las viejas calles empedradas. La vida no vale una moneda. Sólo el poder de hablar o callar sirve por momentos. Los medios de comunicación se ponen cada vez más grises, a pesar del fiel color de la nueva tecnología. Tucumán, de jardín paso a ser una nube gris de humo y temor, que se mete hasta en los huesos. Ya nadie repica el tambor ni hacen sonar bombas de estruendo. El cruel director sigue leyendo cifras de muertos y enfermos. No estalló la guerra. Estalló el miedo, silencioso, casi tierno. Nos damos el poco calor que nos queda, tiritando,pues juntos somos pocos, casi menos. Pobre y cruel director del espectáculo, que con el Tamiflu como espada, sigue contando enfermos y muertos. Esta guerra no existe pero va haciendo estragos en mi Tucumán. Pobre invierno de 2009.